La llamada del hutong

La llamada del hutong

Esta foto la hice en uno de mis paseos por un hutong de Shanghai. En abril de 2012.

Algún día hablaré de este tipo de barrios de lo que fue la China comunista, de cómo se organiza, cómo se vive y de su gente, que es maravillosa.

De momento os dejo con esta foto, con las ganas de visitarlo o de recordarlo, y con la recomendación de que si alguna vez aterrizáis en Shanghai o en Beijing dediquéis al menos una hora a pasear solos con vuestra cámara por uno de estos laberintos de seres pacíficos. Están llenos de sorpresas y de gente buena.

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Qué haría un fotógrafo profesional con una cámara de 2 megapíxeles

David Hobby, más conocido como Strobist, acepta el reto de los chicos de DigitalRev. Le dan una cámara para niños de 3 años, una Buzz Lightyear de 2 megapíxeles (¿¡!?), y le llevan de paseo por Hong Kong para ponerle a prueba.

Strobist se ha curtido en el duro oficio del fotoperiodismo durante dos décadas, y es bien conocido por su maestría en el uso de la luz artificial portátil, o sea, los flashes de mano, así que también le dejan usar 3 flashes de la marca «Nisu».

Veréis en una parte del vídeo que usa filtros ND para alterar de alguna manera las limitaciones de la obturación. Está usando flashes, o al menos eso intenta, y eso le llena de luz el sensor. Los filtros ND se suelen usar para poder reducir unos pasos el diafragma, para desenfocar el fondo, por ejemplo, cuando ya no podemos reducir más las ISO o aumentar la velocidad de obturación.

David Hobby publica en su blog sus impresiones sobre la experiencia. Y es el capítulo final de la serie de vídeos de DigitalRev «Pro Photographer, Cheap Camera«, que junta pros con cámaras de medio pelo. Hay vídeos divertidísimos.

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Estación Poznan

Poznan es una ciudad del oeste de Polonia, región de Wielkopolskie (Gran Polonia). Se suele llenar de alemanes juerguistas que buscan cerveza barata porque está a poco más de tres horas en tren desde Berlín. Yo no llegué a Poznan desde Berlín sino desde Gdansk, una conocida ciudad del norte de Polonia, bastante curiosa, y de la que ya subiré alguna foto en este blog algún día.

tren en la estacion de poznan

La estación de Poznan ya de por sí merece unas fotos, por el hecho de ser una estación, claro, cómo no. El encanto de las estaciones, el óxido que forma la tristeza que dejan los pasajeros que por ellas pasan, herrumbre de décadas; el olor a traviesa, abrazos, besos, detenciones, gritos, carreras por el andén, despedidas, desamores… y todas esas historias que no conocemos pero que percibimos cuando esperamos en cualquiera de ellas. Cualquier estación merece ser retratada.

llueve en la estacion de poznan

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No siempre hago fotos en las estaciones, por llevar la contraria, pero esta me hizo sacar la cámara y disparar nueve fotos porque nunca vi llover de ese modo mientras esperaba un tren. Tuve tiempo de sobra para recrearme, los trenes de Polonia siempre llegan con retraso.

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Rabia y alegría en la feria de Ojacastro

Todos los años se celebra una feria de ganado y de artesanía en Ojacastro, La Rioja. Viene gente de toda la comarca y hasta de Logroño o de Burgos para ver el ganado y los puestos de artesanía, muchos de ellos regentados por apasionados del do it yourself. Por supuesto, como estamos en La Rioja todos vienen a comer y a beber (yo el primero).

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Al hacer clic en las fotos se ven más grandes, las he subido a Flickr

Comida y bebida no falta. Morcilla, ternera, churros, cerveza, pipas, caparrones, vino… lo que sea. Especial atención merece la vaca asada. Un experto asador y sus compañeros colocan la noche antes una vaca entera sobre unas brasas, donde se pasa cocinando un mínimo de doce horas vuelta y vuelta. Has leído bien: doce horas. Es una de las carnes más tiernas que he probado en mi vida. Los que quieren saborear ese manjar piden unos tickets y a lo largo del día van a por su parte de la vaca. Y se come de pie, como aperitivo, y con un trozo de pan y vino tinto riojano (no puede ser cualquier cosa). Lo de comer la ternera de pie no es problema, creo que hay gente que hasta levita a unos centímetros del suelo.

De paseo por Ojacastro me encontré con un personaje curioso de esos que me gusta retratar. De esas personas con cierto aire de «realismo social».

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Se llama Julio Montoya y vive en Ojacastro. Cuando le conocí estaba pelando nueces y viendo a la gente pasar. Le pregunté amablemente si me dejaba hacerle un par de fotos. Le hice tres. No había terminado de bajar la cámara tras la última foto cuando empezó la conversación. Noté un resentimiento de décadas cuando me dijo, casi apretando los dientes pero sin cambiar el semblante con el que aparece en las fotos: «tenías que haber hecho fotos de lo que me pasó a mí hace años».

Yo estaba entusiasmado, aquel hombre me iba a contar una historia milenaria de conflicto local. Le pregunté que de qué se trataba y me dijo que tenía una moto que le costó diez mil pesetas, que la metió en un garaje y que se la robó un señor. Cuando la Guardia Civil dio con aquel malhechor le dijeron al bueno de Julio que por aquel robo le meterían en la cárcel. La sorpresa, el disgusto, llegó cuando aquellos mismos guardias civiles le dijeron que la manutención del preso correría de su cuenta (de la de Julio).

«Sí, claro, voy a pagar yo a este sinvergüenza para que esté a la fresca, cuando él me ha robado mi moto» dijo esta vez con rabia, como si fuera un conflicto de antes de ayer y apretando aún más los dientes. Era una frustración que sin duda había estado cocinando durante más de cuarenta años, una rabia que, lejos de enternecerse, como la vaca en las brasas, se había corroído y ahora el óxido a duras penas salía de su cuerpo. Tenía que apretar los pulmones para que le saliesen raspando las frases con las que me contó su historia. Ahí dentro estuvo durante décadas esa impotencia ante una injusticia y ahí, probablemente, se va a quedar hasta que Julio ya no sea parte de este mundo.

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Ni el vino, ni el ambiente festivo, ni el buen comer hicieron de Julio una persona feliz mientras me contaba aquello que le torturó durante tantos años. Es más, diría que por dentro lloraba, pero su educación no le permitió expresarlo con llanto. En el ocaso de sus días aquella anécdota seguía marcada como lo peor que le había pasado en la vida. Con la de cosas que habrá vivido este hombre…

Tras una breve charla y algunos mensajes de ánimo dejé a Julio con sus nueces y bajé hasta el lugar donde está el ganado expuesto. Por el camino tuve oportunidad de hablar un rato con el alcalde de Ojacastro, que es buena gente, pero la intensidad de las historias que me contó no le llegó ni al betún de lo que acababa de oír unos minutos antes por boca de Julio Montoya.

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Llegué donde el ganado se estabula. Lo crean o no, ahí se cierran tratos y la gente compra y vende animales. Es una feria de ganado, sí, es lo normal, pero yo que soy ratoncito de ciudad no estoy acostumbrado a ver cómo se cierran ventas de seres que luego se comen.

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Había unas vaquitas muy majas. Me dijo su dueño que valían unos 750 euros cada una. Y yo que siempre pensé que una vaca valía lo que un coche (por el tamaño y por estar viva)… También había ovejas, caballos, tíos con varas y con cierto gesto de amenaza, y todo eso que forma parte de una feria de ganado.

La vaca que llora

Algunas vacas parecen felices y otras parece que lloran (haz clic para verla más grande)

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Termino no sin antes aconsejaros unos paseos por Ojacastro y sus alrededores. A unos pocos kilómetros está Ezcaray, conocida por su festival de Jazz y por las pistas de esquí de Valdezcaray. También muy cerca de ahí está el acebal de Valgañón, otro trocito más del paraíso que es La Rioja.

Y añado una puerta más a mi colección de puertas.

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Qué objetivo usar cuando tenemos poca luz

Fotómetro, 1/8, f4, ISO 400

El fótometro indica en la parte superior derecha la ISO (400), la T a la izquierda es la velocidad de obturación (1/8) y a la derecha marca la apertura (f4.0)

Este sábado cubro un reportaje de esos que hay que hacer especialmente bonitos. Serán fotos de interior y de exterior. Como hay tiempo para prepararlo fui a medir la luz a la sala donde serán las fotos de interior y el fotómetro me dijo que, en el mejor de los casos, tendría una obturación de 1/8 para f4.0, a ISO 400. En este artículo hablo de cómo se mejoraría esa velocidad de obturación tan horrorosa usando diferentes lentes.

La velocidad de obturación es donde siempre se mira cuando haces interiores, es casi una obsesión, y siempre se está al borde de que se trepide la foto buscando algo más de calidad. Se puede usar un flash, sí, pero a distancia no vale de nada, y para ciertas fotos donde quieres capturar la luz natural del lugar usar el flash es como matar moscas a cañonazos, sobre todo porque el flash crea sombras falsas.

La ISO 400 es lo que selecciono casi siempre para los reportajes, suele ser válido para interior y exterior y así no tengo que cambiarla. La ISO 100 o 50, que es la calidad ideal, la uso para fotos de estudio o en casos de mucha luz, y no siempre se tiene la suerte de contar con tanta luz. Por eso cuando mido el fotómetro lo tengo en 400 ISO.

Mi compañero de fatigas, el Canon 24-105 f4 con estabilizador. El «Panzer» de Canon.

El objetivo que uso en el 95% de los casos es el Canon EF 24-105 mm / 1:4,0 L IS USM que casi nunca hay que cambiarlo porque, aparte de tener una nitidez brutal y un enfoque rapidísimo (muy importante en reportajes), el rango de longitud focal, de 24mm a 105mm, abarca casi todas las necesidades de un día de trabajo. La única pega posible que se le puede buscar es que no baja de f4.0. Algunas personas prefieren el Canon 28-70 mm f2.8 EF L USM porque es más luminoso (hasta f2.8), o sea, que permite que entre más luz y por tanto subir la velocidad de obturación. Este lo descarto porque es menos funcional que el 24-105, pero reconozco que tiene una calidad y una luminosidad envidiables.

Iré por partes, primero, qué problema nos plantea esa medida que tomé para mi reportaje del sábado (recordemos 1/8 y f4.0 a ISO 400). En principio lo peor es la escasa velocidad de obturación. Normalmente, por debajo de 1/50 nos la estamos jugando.

Hay maneras de saber cual es el límite de velocidad de obturación en función de la distancia focal que estemos usando, sí, hay millones de webs que llenan cientos de artículos (suele ser que si X es la longitud del objetivo, no bajes la velocidad de 1/X) hablando de calcular el punto justo de velocidad de obturación para que no se trepiden las fotos, pero seamos prácticos: en medio de un reportaje abres y cierras el objetivo unas «trescientas» veces y no vas a cambiar la velocidad de obturación tantas veces como de distancia focal. Se podría, sí, pero si te despistas te puedes dejar unas cuantas fotos «movidas» por el camino. Y las fotos movidas no las pagan por muy artísticas que hayan quedado.

Con el tiempo te acabas acostumbrando a que el objetivo sea una extensión de tu cuerpo y ya sabes hasta dónde puedes llegar y dónde no con la velocidad de obturación. Una vez más sale a relucir la importancia de hacer muchas fotos, lo importante que es salir a disparar miles de fotos y aprender del objetivo que tienes. Un objetivo no «te lo acabas» en menos de un año aunque hagas fotos a diario, y eso siendo profesional, que te enfrentas a cientos de problemas que resolver en plena acción, y el momento de la foto no espera. Conozco algunos aficionados a la fotografía (aunque pocos) que se compran un objetivo cada tres meses, aburridos del que tenían, y de esta forma se pasan la vida intentando entender su objetivo nuevo y no le sacan todo el partido al anterior porque no han pasado las horas suficientes con él. Hay que dedicarle más tiempo a los objetivos para entenderlos del todo (aquí podría disertar sobre las relaciones humanas pero creo que no debería…).

Volvamos al asunto, hablamos de luz y objetivos. Si el fotómetro nos dice que la luz es de 1/8 y f4.0, y queremos mantener f4.0 (pues nuestro objetivo no baja de f4) por la ley de reciprocidad si la ISO la cambiamos a 1600 entonces la obturación será 1/30.

Fotómetro. 1/30, f4, ISO 1600

De ISO 400, 1/8, f4 pasamos a ISO 1600, 1/30, f4.

Imaginemos que cambiamos de objetivo. Para las mismas condiciones de luz, ahora mantenemos la ISO en 400 y colocamos un objetivo, por ejemplo el Canon EF 50 mm f/1,4 USM que tiene muchos fans, así podemos bajar a f1.4 y la velocidad de obturación resultante será de 1/60. Cambio radical. Acabamos de ver la diferencia entre un objetivo con luz y otro increíblemente luminoso.Canon 50mm f1.4

Debería indicar que por debajo de f4, digamos f2.8, f1.4, f1.2, son diafragmas un poco radicales y que el enfoque ha de ser muy preciso (a no ser que estemos enfocando lejos, a la hiperfocal, pero de eso ya hablaremos en otro post).

También comentar que en los extremos de los objetivos suele haber una pérdida importante de calidad, tanto en los extremos de la distancia focal como en los extremos del diafragma. Es decir, que si nuestro objetivo tiene un máximo de apertura de f4.0, mejor usemos 5.6 si nos lo podemos permitir, un pasito más. Igual por arriba, si cierra hasta f22, mejor usar el paso anterior. Con la distancia focal se acusa menos la pérdida de calidad pero siempre que se pueda es mejor no llegar al extremo. Por ejemplo, con mi objetivo de 24-105, mejor no abrir del todo y quedarse en 28, 30 o 35 mílimetros, y lo mismo con el zoom, quedarse en 80 o 100 mm. Pero esto ya es una manía más que otra cosa : )

Fotómetro Así que si colocamos el Canon EF 50 mm f/1,4 USM en nuestra queridísima cámara lo ideal sería no bajar hasta 1.4 y usar un diafragma de 2.8, por ejemplo, que además hace unos retratos formidables con esa apertura y a una distancia razonable.

Volviendo a «mi luz» de este sábado (ISO 400, 1/8, f4), ya sé que si quiero hacer un retrato con el 50mm y con esa luz y no me quiero arriesgar con la velocidad de obturación, mis settings deberían ser, por ejemplo, 1/60 de obturación, f1.4 de apertura, ISO 400. O mejor, para no ser muy radical con la apertura: 1/60 de obturación, f2.8 de apertura y una ISO 1600 (qué remedio…). La luz es la que manda.

Fotómetro

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El mar siempre gana (fotos en Muxía)

En agosto de 2012 tuve la oportunidad de acercarme a Muxía, en A Coruña (en el noroeste de España). Para muchos es de sobra conocida, pues fue una de las localidades de España que más afectadas se vieron por la marea negra del barco petrolero Prestige, allá por el año 2002.

Éxtasis - Muxía.

En aquel 2002 aciago yo fui de voluntario a recoger «chapapote» al pueblo de al lado: Camariñas. Aun recuerdo cómo mis compañeros y yo cogíamos el fuel que traía el mar, lo sacábamos de entre las rocas, con los brazos llenos hasta los hombros. Esa sustancia pastosa, pegajosa, muy pesada y de color gris pardo, te quitaba la respiración si te la acercabas demasiado a la cara, era la suma de todos los males, la metíamos en bolsas especiales y de ahí a unos vagones, para que se lo llevara Repsol (que esperaba paciente) para su posterior refinado y reinserción en el mercado. Al día siguiente todo el acantilado volvía a estar repleto de fuel, como si no hubiéramos estado el día anterior.

Han pasado diez años desde aquella tragedia y ahora los que vamos a Muxía tenemos como objetivo principal poco más que comer pulpo, navajas, empanadas, hablar con sus gentes y compartir el vino de Ribeiro. Un cambio sustancial, ¿verdad?

En Muxía hay gente bastante peculiar. Parece que el mar les ha ido modelando el carácter igual que va dando forma a algunas de las piedras de sus acantilados. A algunas personas se les marca en el rostro la dureza de una vida dedicada al mar, y no son pocos los que dejan que por sus ojos asome unos segundos esa mezcla de nostalgia y de resignación que produce el haber perdido a tantos compañeros, la rabia de una vida hacia todo lo malo que trajo el mar se va alisando como los ángulos de las piedras, el mar siempre gana.

O xefe do pobo (el jefe del pueblo).

El Santuario da Virxe da Barca está frente al mar. Lo rodean una serie de piedras con una forma tan peculiar que ha dado pie a todo tipo de leyendas e incluso rituales, les llaman de una forma sencilla «as pedras». Según la tradición católica, la Virgen acudió a este lugar en una barca de piedra para darle ánimos a Santiago en su predicación. La Romería de la Virgen de la Barca se celebra cada año el segundo domingo de septiembre y es conocida en toda la provincia.

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Una de estas «pedras» ha quedado con su parte cóncava hacia el suelo, de forma que se puede pasar por debajo de ella. Uno de los rituales en torno a esta piedra, al parecer actualmente aceptado por la iglesia católica, es pasar por debajo de la piedra siete veces, haciendo esto dicen que se curan todos los males. Los niños, que ya llevan el pensamiento mágico de serie, se divierten como enanos en primavera con estas piedras, y llega un momento en que no se sabe si han pasado por debajo de la piedra «mágica» siete o setenta y siete veces.

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Si tenéis ocasión de pasar por Muxía no dejéis de hacerlo y, sobre todo, no dejéis de charlar un rato con la gente de allí. Además, está muy cerca de Finisterre, que es donde antes se acababa el mundo. A muchos marineros se les acabó aquí el mundo, en efecto, estamos ante la temible Costa da Morte (costa de la muerte) que tantas vidas se ha cobrado.

Toma

Todas las fotos están hechas con una Canon 5D MK II. Objetivo Canon 24-105 mm f4 EF L IS USM. Sin flash ni trípode.

Postproducción

Elijo las fotos con Adobe Bridge. Con Camera RAW he procesado ligeramente los colores de la única foto en color de esta serie. También con Camera RAW he cambiado algo la exposición en todas las fotos. En las fotos de blanco y negro he ajustado las sombras, los mediotonos y las luces, hasta conseguir que coincidan con mi recuerdo. Con Photoshop se exportaron a 1.000 px en su lado mayor y aplicando una máscara de enfoque de 0,2 de radio y una cantidad de 400.

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Los muertos del cine

Nevaba la última vez que fui al cine. Fui a la calle Martín de los Heros en Madrid, a las salas de versión original. Ahora no recuerdo exactamente qué película vi pero no debió de ser muy interesante porque no la recuerdo. Es raro, porque en los dos cines (Golem y Renoir) que hay al principio de la calle, entrando desde la Plaza de España, las películas suelen estar bien escogidas y casi siempre dejan ese regusto que te hace pensar en la película y en lo que cuenta durante al menos un par de días.

Este año, en 2012, malgasté una tarde de mis vacaciones de verano en Santiago de Compostela para acercarme a una sala de esas de los centros comerciales donde proyectan todo tipo de películas de actualidad, todas hechas en Hollywood, por supuesto, y dobladas al español; no se me ocurren más taras, pero si algo bueno tenía aquel «cine» es que había poca gente: entraron en mi sala unas diez personas, y todas educadísimas, por cierto, a pesar de que la mitad de ellos desafiaron el silencio con unos cubos enormes de palomitas y con todas esas latas de Coca-Cola y de Fanta, y esos envoltorios de plástico marrón y amarillo de los chocolates y, en fin, todos esos víveres que algunos recopilan nerviosos antes de entrar y de que se «selle» la puerta y se queden solos ante la proyección. Gente experta en ese tipo de «cine», sin duda, porque la mayoría de películas que proyectan suponen casi dos horas baldías, inanes, que hay que rellenar comiendo, bebiendo, o con cualquier otra actividad que podamos hacer sin mirar nuestras manos. (Aquí hago un pequeño inciso y dejo por escrito la nota de escribir algún día un articulín de agradecimiento a una de las grandes aportaciones de las películas comerciales a las salas de medio mundo: la fila de los mancos.)

Pero de lo que yo quería hablar no es del cine sino de sus muertos. Se apagaron las luces de la sala, en la oscuridad casi absoluta parpadeó el proyector con las cabeceras de un par de productoras y entonces empezaron los trailers, esos anuncios cuya intención es promocionar otras películas y que, aparte de destripar principios y finales, en general consiguen que se te quiten las ganas de volver a ese tipo de cine en doce meses. A lo que iba, otra vez: los muertos. No tengo la cuenta exacta, pero entre los trailers y la película, ante mis ojos cayeron unas treinta personas. Unos por hachazo directo, otros por disparo, otros por inmersión, estrangulamiento, explosión, accidente o mordedura de bicho alienígena. Hagamos la cuenta: en dos horas de espectáculo es una cantidad de muertos muy superior a la de cualquier telediario. Pero lo realmente preocupante es que en la pantalla sólo hubo muertos. En dos horas, ciento veinte minutos, los espectadores no vimos ni medio beso, ni medio pezón, ni medio abrazo, ni media lágrima…, todo fue pura violencia gratuita, muertes «al peso», rencor, disparos, venganzas, gritos de odio, asuntos personales resueltos a las bravas, explosiones y muertos, muchos muertos. En este balance no cuento los desparrames sangrientos de un trailer de zombies, que también los hubo. La película que fui a ver, aclaro, era Prometheus, de Ridley Scott, que resultó ser más de lo mismo…

Los muertos en el cine americano tienen como una escala de valor, algo así: «Si es un animal sí que da pena, pero un zombie o un alien no, no es matar, es otra cosa, es limpiar. Sólo tienen vida digna de respeto los animalitos bonitos y las personas que se parecen a mí». Entiéndase por «se parecen a mí» al target o al público al que se dirige la película, que es normalmente el conjunto de ciudadanos americanos, blancos, cristianos en sus diversas tipologías y de clase media-alta. Aclaro, además, que quedan fuera del grupo de «animalitos bonitos» todo aquel ser que no es humano, que nos da miedo, no dócil o que no se puede acariciar: arañas, cucarachas, avispas, serpientes, perros feos de dientes asesinos, lobos, tiburones… En otras películas lo «asesinable» son los terroristas (o lo que el director y la productora entienden por «terrorista») o «gente que habla algo que no es inglés y que no se entiende muy bien y a la que mejor no escuchar porque supone un gran esfuerzo».

Desde que somos pequeños vemos en el cine esas muertes, cada vez más violentas, más sangrientas y más elaboradas, por aquello de que el cine tiene que seguir «innovando», dar espectáculo y mostrar lo nunca visto. El ojo se acostumbra y la cabeza asume que es «de mentira», pero yo estoy convencido de que tanto muerto ante nuestros ojos insensibiliza, banaliza la muerte, la justifica, la generaliza.

– Un niño de tres años asimila que el bueno levanta el arma y al hacer ¡pum! el malo se cae y ya está muerto, ya no juega.

– Con algo más de edad, a hacer ¡pum! ya se le llama disparar y se hace con pistola, rifle, metralleta o fusil, y se entiende que puedes disparar un número limitado de veces y que hay que recargar de vez en cuando.

– Cerca de los seis años ya se tiene asimilado que ese número limitado de disparos viene dado por las balas que el bueno ha introducido en su revólver antes de la acción, y que tiene que apuntar bien o habrá que disparar más veces porque el malo sólo se muere si se apunta bien, cuando se apunta mal se queda herido y puede seguir jugando.

– Más tarde ya sabemos que del arma sale una bala de metal, que llega al cuerpo del malo y le abre una herida, que puede ser o no de muerte.

– Mario Puzo escondió una pistola en un retrete de un restaurante italiano en Nueva York y uno de sus personajes, Michael Corleone, fue a buscarla, volvió a la mesa donde comía con un oficial de policía y un cabecilla de una banda rival y les disparó, a sangre fría, en el cuello y en la cabeza. Coppola rodó esa escena con maestría y nos enseñó que la sangre que corre por dentro de un ser humano te salpica si le disparas a menos de un metro, y que si la bala se queda en mal sitio, dentro de la glotis, el objetivo se ahoga en su propia sangre mientras lucha por su vida.

– Tarantino ayudó a ver más clara una muerte por disparo y en Pulp Fiction decide que una bala dentro de un coche impacte en una cabeza, a menos de 40 centímetros. El resultado, además de salpicar al que dispara, es que hay que limpiar durante un buen rato la parte trasera del vehículo porque se llena todo de sangre y de trocitos de cerebro y de cráneo.

Lo normal en la historia del cine es que a un personaje se le aplique una muerte en función de su pecado o de su importancia en el guión. Los «extras», ora árabes, ora rusos, otrora chinos, mueren en explosiones por decenas. En las películas de miedo de los ochenta siempre moría el «amigo negro», que era «inofensivo y de buen corazón, amigo de los blancos» pero con el que la audiencia objetivo no acababa de empatizar del todo. El malo malísimo moría (y muere) de una forma horrible y agoniza durante minutos, en ocasiones hasta resucita y hay que matarle varias veces. Morir una vez puede que no sea suficiente cuando se es tan malo. Tal vez estén proyectando algo así para el futuro de los condenados a la pena capital en EE.UU., matar varias veces, tantas como pida el odio.

Siempre fuimos una sociedad de guerreros, quizá desde antes del Neolítico. Los dirigentes, los que decidían sobre la vida del resto, eran los que sobrevivían a varias batallas, los más sanguinarios. Ahora el cine se preocupa por seguir cultivando ese odio, no sólo hacia lo diferente, que era lo clásico, sino hacia todo en general. Mantener el nivel de odio es productivo y rentable para una sociedad guerrera, y el cine está haciendo un papel formidable. Deberes para agosto: ¿quién (exactamente) financia esas películas? Me encantaría tener tiempo para listar qué fondos de inversión, particulares e instituciones financian cada tipo de película y sus mensajes. Porque sí es cierto que se busca una rentabilidad «dando lo que la gente quiere ver», eso es trivial, pero, además, en toda película hay mensajes, señales, niveles de violencia y formas de pensar y de ver la vida que no hacen más o menos rentable un producto, son puros canales de ideología. Me estoy alargando, por favor, déjame algún comentario si ves que no voy por buen camino, otro día hablamos de mantener el nivel de miedo, de las aseguradoras y de la venta de armas.

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Uppsala, la ciudad más tranquila del mundo

Uppsala (Suecia), la ciudad más tranquila del mundo.

Uppsala debe de ser una de las ciudades más tranquilas del mundo. La encuentras a pocos kilómetros al norte de Estocolmo, es la ciudad universitaria de Suecia. Basta con dar un paseo por sus calles de adoquines, para darse cuenta del relax y la calma que respiran los afortunados con residencia habitual en esta maravilla de ciudad. Tuve la suerte de conocerla y de pasear sus calles durante unos días del verano de 2011.

Uppsala University Library. Uppsala, Sweden. August 2011.

La biblioteca universitaria de Uppsala, donde se guarda el Codex Argenteus. Agosto de 2011.

Siempre cuento como curiosidad que las terrazas de verano, cerca del río, tienen muebles de teca, y las mesas están cubiertas por un gran cristal. Tampoco es nada del otro mundo, pero sorprende que esas mesas y esas sillas, tan caras, las dejan al aire libre durante toda la noche cuando cierran los bares, y no les ponen cadenas ni elementos antirrobo de ningún tipo. Así funciona Suecia. La mayor parte del país basa sus mecanismos en la buena voluntad de las personas, más de lo que podamos imaginar en España, y mucho más, sin duda, de lo que puedan imaginar países que están totalmente encorsetados por las autoridades y totalmente vacíos de ética (y no quiero señalar).

Puente sobre el río Fyris. Uppsala, Suecia, agosto de 2011.

Puente sobre el río Fyris. Uppsala, Suecia, agosto de 2011.

No es de extrañar, pues, que de Uppsala salieran suecos ilustres, como el gran Ingmar Bergman (director de cine) o Anders Celsius (físico y astrónomo, sí, el de nuestra escala de temperatura) y que fuera el lugar elegido por Linneo para sus estudios de botánica, y que allí se quedara para siempre, o sea, hasta su muerte.

Uppsala, Suecia.

En este mirador eché de menos un filtro polarizador, había mucha dispersión y con los rayos ultravioleta del sol se pierde mucho contraste y definición. Los árboles de la fuga azulean pero lo corregí un poco con el Photoshop.

Siempre que viajo fantaseo con si me quedaría a vivir o no en las ciudades que visito, y cómo sería mi vida allí. Si aguantaría el verano, o el invierno, o si aguantaría el día a día, etc. Uppsala es de esas ciudades donde me quedaría a vivir doce años, quizá hasta me quedaría tanto tiempo como Linneo, hasta el final de los días.

Toma

Todas las fotos están hechas con una Canon 5D MK II. Objetivo Canon 24-105 mm f4 EF L IS USM. Sin flash ni trípode.

Postproducción

Elijo las fotos con Adobe Bridge. Con Camera RAW he recortado únicamente la foto panorámica de la ciudad por la parte superior (demasiado cielo blanco), el resto de fotos tienen el encuadre tal cual se tomó la foto. También con Camera RAW he cambiado algo la exposición y la saturación en las cuatro fotos. Con Photoshop se exportaron a 1.200 px en su lado mayor y aplicando una máscara de enfoque de 0,2 de radio y una cantidad de 400.

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Amelia Earhart y la otra historia de la aviación

Amelia Earhart subiendo a su Lockheed Vega.

Amelia Earhart subiendo a su Lockheed Vega.

Hoy, 24 de julio, Google rinde homenaje a Amelia Earhart (1897–1937), la primera mujer que cruzó volando el Atlántico. ¿Recordamos al primer hombre que lo hizo? No, no fue el archiconocido Charles Lindberg (1902–1974). Lindberg cruzó el Atlántico sin escalas desde Nueva York a París unos años más tarde que John Alcock y Arthur Whitten, pero se dio la circunstancia de que Lindy fue el primero que lo hizo EN SOLITARIO.

Otra de las circunstancias que no debemos dejar escapar es que Lindberg, al igual que Earhart, eran estadounidenses, y la maquinaria publicitaria de Estados Unidos arrasa con todo, incluso con la Historia. Sucede con la mayoría de los sucesos o personalidades del siglo XX, desde la literatura hasta la pintura o la historia de los inventos y las patentes (¿por qué será más conocido Hemingway que Borges?, ¿por qué será TAN famoso Jim Morrison?). Los estadounidenses son defensores a ultranza de su cultura, y no tiene por qué ser algo malo mientras no sepulten a otras culturas. Esa pelea constante tal vez sea porque su cultura es aún escasa, o quizá por falta de tradición o por su complejo de cultura recién llegada. El caso es que si es norteamericano será conocido por la tremenda campaña que lo encumbró y que no permitirá que caiga en el olvido. El mito vende, a corto y a largo, para que haya un mito tiene que haber historia, y si no hay historia se la inventan y dedican el resto de sus esfuerzos a que se escriba para que suene bien y se recuerde tal y como se planeó. A lo largo del tiempo hemos visto varios modelos de negocio basados en mitos, muy rentables y que han durado siglos, no hay que buscar muy lejos. Pero si hay algo que han aprendido los estadounidenses de Europa y de otras culturas anteriores, y que han perfeccionado hasta hacerlo arte, es vender y escribir la historia.

Santos Dumont

Santos Dumont por los aires.

¿Nos suena de algo Alberto Santos Dumont? Claro que no: era brasileño. Aún no se ha cerrado la controversia, pero Santos Dumont realizó en París el primer vuelo sin artificios externos en la historia de la aviación, en 1906, y aquello quedó demostrado ante público cualificado, además de registrado, documentado y publicado. Permítanme que dude de los famosos hermanos Wright, que además de ser de Ohio, EE.UU., su modelo se parece demasiado al de Santos y, aparte de que sus vuelos sólo se hicieron «en familia» y utilizando catapultas (así vuela hasta una piedra), ellos nunca quisieron hacer públicas sus invenciones mientras que las de Santos Dumont eran de dominio público. Aún más sospechoso es que sus retratos eran mejores que los del brasileño, pero eso es una apreciación personal.

Al Ries y Jack Trout, en su conocido libro Las 22 Leyes Inmutables del Marketing
explicarían mediante la «Ley del Liderazgo» la increíble fama de Lindberg o de los hermanos Wright (aunque supuestamente con trampa estos últimos), es decir, el hecho de ser el primero en algo y afianzarse. Cuando ya no se puede ser el primero (o cuando ya no se puede falsificar ser el primero) se puede recurrir a la «Ley de la Categoría»: se crea una categoría nueva en la que se pueda ser el primero.

Volviendo a Amelia Earhart, la diferencia que marcó con todos los «raids» anteriores fue que ella era la primera mujer en cruzar el Atlántico. A Amelia Earhart no se le puede comparar con Lindberg o con Whitten en su primer viaje porque ella fue un pasajero, no era piloto en aquel momento, ni ingeniero o mecánico, ni siquiera había tenido la idea de volar semejante distancia unos meses antes de subirse al aparato. Su presencia en ese primer vuelo fue promovida por un publicista (su futuro marido) que vio una oportunidad de oro en aquella novedad («Ley de la Categoría»). Tan buena idea tuvo George Putnam (así se llamaba su marido el publicista) y tan buena fue su campaña, que al aterrizar y poner fin a aquel primer vuelo de 1928, los periodistas se abalanzaron sobre Amelia, haciendo el vacío total al mecánico y al piloto que la acompañaban. Ella nunca se atribuyó el mérito del vuelo y reconoció que era un pasajero, lo cual la honra. Sin embargo, desde ese momento comenzó su historia y su leyenda fue, además, de lo más rentable.

Putman y Amelia Earhart

Esta foto deja más o menos claro cómo se las gastaba George Putnam, el maridito publicista de Amelia Earhart.

Putnam la llevó de aquí para allá, de conferencia en conferencia, e incluso la ayudó con la promoción de un libro sobre aquella aventura. ¿Hasta qué punto todo esto es cierto o es parte de una historia que atribuye los méritos de Amelia a «su hombre»? Nunca lo sabremos a ciencia cierta. Unos textos destacan a su maridito como el artífice de su gloria, y otros a la condición de Amelia de «persona audaz, con gusto por las actividades de chicos». Era difícil explicar, o difícil de entender para aquellas gentes, que una mujer, tras cruzar el Atlántico como pasajera y quedar totalmente prendida de la experiencia, decidiera hacerse un piloto experto y cruzar el charco ella sola. Medios económicos tenía y la fama del primer vuelo era la lanzadera ideal. Pero volvemos a la costumbre de que tiene que haber un hombre detrás de todo aquello o nadie se lo cree: volar durante horas sobre el océano es cosa de hombres muy hombres.

Ella, al parecer, y siempre fiándonos de lo que queda escrito, que no sabemos si es mito publicitario o realidad, era una persona inquieta, diferente y que quería destacar, algo que no dice mucho, así de entrada. Viniendo de una familia adinerada tuvo acceso a los aviones desde muy joven, pero le causaron poca impresión. En general, varias de sus biografías hacen todo lo posible por acercarla al mundo de la aviación, destacando todos y cada uno de los encuentros que tuvo en su vida con ese mundo, cuando probablemente la aeronáutica le importó más bien poco hasta que se le presentó la oportunidad de hacer carrera, y vaya si hizo carrera.

Tras el vuelo iniciático a través del Atlántico, estuvo varios años afianzando lo que hoy llamaríamos su personalidad de aviadora, y rompió récords tales como el de velocidad para mujeres. El dinero a espuertas es un catalizador fabuloso y en poco tiempo le llegó la oportunidad que hizo que entrara en la historia con todos los honores. En 1932 se subió a un Lockheed Vega y partió en solitario desde EE.UU. hacia el norte de Irlanda. El aterrizaje la convirtió en la primera persona en cruzar el Atlántico dos veces, la primera en hacerlo más rápido que nadie…, y en la primera mujer en cruzar el Atlántico en un vuelo en solitario, que es por lo que más se la recuerda. Para que no quedaran dudas, tras esas marcas vinieron otras, y voló sobre el Pacífico, algo que otros intentaron y que les hizo perder la vida, y voló en solitario de Los Ángeles a Ciudad de México.

A pesar de su corta pero intensa carrera se recuerda sobre todo su travesía del Atlántico, o sea que Jack Trout, a pesar de que su libro de marketing está cargadito de falacias y de contradicciones, no va desencaminado con su seudoley de la categoría.

El planteamiento publicitario lo enfocaron como «un Lindberg pero en mujer», para que lo entendiera bien la sociedad del momento, y parte de sus méritos se atribuyeron a su marido el publicista, que al parecer siempre la estuvo animando, sembrando la duda de si una mujer por sí sola es o no capaz de cruzar el Atlántico y de hacer historia.

Sin saber dónde está el borde exacto entre realidad o ficción en algunos de los hechos, siempre recordaremos a Amelia Earhart como una aventurera, un ser humano valiente y excepcional, una persona que con 31 años se conoció a sí misma en un vuelo hacia lo desconocido y que puso rumbo a su vida.

Desapareció cerca de Nueva Guinea tan sólo cinco años después de su viaje en solitario sobre el Atlántico, el 2 de julio de 1937. Era un viaje alrededor del mundo. Al parecer, su aparato se quedó sin combustible en un infierno de lluvia y de visibilidad casi nula. El día del accidente sólo le quedaba por completar un tercio de la ruta, habría marcado un antes y un después.

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Paseo y fotografía anti-postal en Toledo

La escapada más típica de los que vivimos en Madrid es Toledo. Dicen, además, que es donde suelen ir las parejas de nuevo cuño, es como el stress test de las parejas recién formadas antes de un viaje más largo.

Yo no fui a hacer ningún tipo de test, ni mucho menos a forzar el stress, sino a pasear y a hacer alguna que otra foto. Como el 90% de las fotografías que tomo son de personas, a veces echo de menos hacer fotos de cosas y de edificios. Así que esta vez dejé a las personas en paz y me dediqué a «fotografiar piedras», que dirían algun@s.

Calles estrechas que regalan diagonales interesantes.

Como era de esperar, procuré evitar las fotos típicas de postal, o esas fotos que se pueden encontrar en Google sobre Toledo. Primero porque, como a todos, me da pereza sacar la cámara y enroscar el parasol si no veo una buena foto, y segundo porque para fotos típicas ya están los profesionales de las postales, que además de dedicarle más tiempo que yo, buscan el día y la hora más adecuada para cada encuadre. Llegados a este punto aclaro que mi paseo por Toledo fue de dos horas en total : )

A veces la ciudad tiene callejones a los que hay que estar muy atentos, porque si los descubres y te adentras puedes tener sorpresas. En este callejón por el que yo me metí encontré esta escena, que por la luz y el color parece Roma. En este caso había hasta una Vespa.

Un Toledo que parece Roma.

También aproveché para hacer alguna foto más para mi colección de puertas.

De ventanas no hago colección (¿debería planteármelo?), pero también tiro alguna foto cuando veo luces y sombras o colores bonitos. A ver si os gustan estas.

La ciudad de Toledo es sorprendente. Hubo un tiempo en el que convivieron tres culturas que hoy en día nos parece casi imposible que coincidieran en una misma ciudad: cristianos, musulmanes y judíos. No sabemos a ciencia cierta si las relaciones eran tan cordiales como se supone, pero la ciudad funcionaba, y no hay evidencias arqueológicas, ni epigráficas, ni de cualquier otro tipo, que revelen lo contrario, es decir, que en Toledo nos consta que no había conflictos permanentes entre culturas.

Uno de los edificios que siempre me ha parecido increíble es de la Mezquita del Cristo de la Luz. Que ya sólo su nombre es una mezcla importante. Este edificio merece un post aparte, pero diré rápidamente que se llamaba la Mezquita de Bab al-Mardum cuando se construyó, allá por los tiempos del Califato de Córdoba (año 999). El nombre posterior viene de que se colocó en su interior un cristo crucificado, cuando se convirtió en ermita, y, más tarde, una imagen de la Virgen de la Luz.

En el siglo XII se añade el ábside (la parte posterior) con forma semicircular, considerada la muestra más antigua de arte mudéjar en España, que se tenga constancia.

Franja epigráfica de la fachada de acceso a la Mezquita del Cristo de la Luz.

Y tras el baño de historia y de mezcla cultural uno se vuelve al coche feliz del paseo y de ver tanta belleza conservada durante tantas generaciones. Hay que seguir conservando nuestros lugares históricos, y no sólo porque sea rentable de cara al turismo, a ser posible (gracias).

Por cierto, si visitas Toledo estos días de verano procura llevar cobertor para la cabeza y gafas de sol. En la parte antigua las calles son estrechas y ya hay poco sol, pero antes de llegar allí te puedes achicharrar.

Plaza de toros de Toledo.

Toma

Todas las fotos están hechas con una Canon 5D MK II. Objetivo Canon 24-105 mm f4 EF L IS USM. Sin flash ni trípode.

Postproducción

Con Camera RAW he recortado algunas fotos y he cambiado algo la exposición y la saturación. Con Photoshop se exportaron a 1.000 px en su lado mayor y aplicando una máscara de enfoque de 0,2 de radio y una cantidad de 400.

Feedback

Espero que te haya gustado el mini reportaje. Cualquier comentario o duda sobre las fotos puedes dejarlo aquí en el blog o en mi Twitter. También se agradecen críticas de todo tipo, especialmente las que ayudan a mejorar : )

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Mi pequeño homenaje a Ray Bradbury

«¿Sabe por qué libros como éste son tan importantes? Porque tienen calidad. Y ¿qué significa la palabra calidad? Para mí, significa textura. Este libro tiene poros, tiene facciones. Este libro puede colocarse bajo el microscopio. A través de la lente encontraría vida, huellas del pasado en infinita profusión. Cuantos más poros, más detalles de la vida verídicamente registrados puede obtener de cada hoja de papel, cuanto más «literario» se vea. En todo caso, ésa es mi definición. Detalle revelador. Detalle reciente. Los buenos escultores tocan la vida a menudo. Los mediocres sólo pasan apresuradamente la mano por encima de ella. Los malos violan y la dejan por inútil.»

Ray Bradbury, Fahrenheit 451.

Esta foto la hice en uno de los portales de la Ciudad Prohibida de Pekín, en mi último viaje a China en marzo de 2012. Me gusta fotografiar texturas.

El 5 de junio de 2012 falleció en California el autor de la cita que acompaña esta foto. Uno de los grandes de la literatura. Antes de morir pidió para su epitafio la frase «Autor de Fahrenheit 451». Ese libro es de obligada lectura para todo el que le gusten las novelas de distopía, de anticipación, política ficción o como se quiera llamar. También es de obligada lectura si te gustan los libros. De obligada lectura para el que se considere humano.

Lo inquietante de las novelas de anticipación es que todo encaja. Casi todo lo que lees te recuerda a lo que vives en la actualidad. Pasa con 1984 de Orwell o con Un mundo feliz (Brave new world) de Huxley, que retratan unas sociedades supuestamente del futuro, con elementos comunes a lo que han sido las civilizaciones a lo largo de toda la historia de la humanidad.

En China es donde más cerca estoy del mundo de Fahrenheit 451 y me invade la angustia. El horizonte cubierto con esos esqueletos, esas matrices de cinco por diez edificios de 48 plantas cada uno a medio construir. El desprecio por toda forma de vida vegetal, animal o humana. La lucha a toda costa por ser el más fuerte, el más rico, el más famoso. Los hijos de los constructores, de diecinueve años, subidos a coches de lujo que van por las aceras y que pitan a los peatones que no se han dado cuenta de que su coche es más grande y que les puede hacer daño si no se retiran. Los atropellos. Las personas del servicio de limpieza de menor estatura que los clientes, y cuya nómina incluye aguantar humillaciones. El servicio de seguridad privado que se viste de militar y se pone chapas y brazaletes para asegurarse un respeto… Todo eso se ve en China hoy, no hablaba ahora del libro de Bradbury.

Hay que leer para ser más humano. El pulgar oponible y el bipedismo nos hace humanos, pero mucho más usar las capacidades de nuestro cerebro y de tener mundo simbólico, de relacionarnos, de inventar, valorar lo pequeño y lo grande, la cultura, la historia, respetar a nuestros semejantes y lo que está vivo. Los libros tienen esa textura que te lleva al infinito. Ray Bradbury tocó la vida a menudo en sus obras. Fue un escultor de los buenos.


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Cómo solicitar el visado de turista para viajar a China

Uno de los trámites para viajar a China es solicitar el visado. Desde 2011 se solicita en una agencia expedidora en Madrid, donde te atienden igual que antes, cuando se hacía en el consulado, y a los que tienes que pagar 35 euros MÁS por el mismo trámite de hace un año. Es decir que un visado de turista normal a día de hoy (marzo de 2012) sale por unos 65 euros: 30 euros de visado + 35,40 de gestión.

Calle de Guilin (Guangxi, China). Marzo de 2011.

Calle de Guilin (Guangxi, China). Marzo de 2011. © Horacio Diez.

Antes era sólo el precio del visado. No han cambiado las condiciones, sigue siendo todo exactamente igual, sólo que han cambiado la oficina expedidora de sitio y han abierto una web desde donde descargar un PDF (nivelón). Los que estén lejos de Madrid pueden solicitar que se lo envíen a casa… pagando 70,80 euros más, dicen que por «servicio de mensajería» pero, siendo casi el precio de un jamón, a lo mejor te mandan una sorpresa junto con el visado, quién sabe. Si alguien solicita el envío del visado chino por mensajería que me cuente la experiencia y si de algo sirven esos casi 71 euros para que te lo manden a casa. La agencia que tramita los visados de la embajada China es esta: http://www.visaforchina.org/

Centro que desde 2011 expide el visado para China en Madrid

Dirección del centro de expedición del visado chino en Madrid.C/ Agustín de Foxá, 29, 4° piso A
28046 Madrid
Teléfono: (0034) 91 314 59 18
Fax: (0034) 91 732 19 59
madridcenter@visaforchina.org

Horario:
De lunes a viernes (Cerrado los días festivos oficiales)
Entregar la solicitud: 9:00–15:00
(Servicio de urgencia antes de 11.30)
Pagar y recoger el visado : 9:00–16:00

Cómo solicitar el visado chino

Si queremos el VISADO DE TURISTA para China, el nuestro es el tipo L. Vamos a ver cómo solicitar el visado chino y acabar cuanto antes:

León en Xi-Án

¡Leoncitos a mí! Este leoncito estaba en Xi-Án. © Horacio Diez. 2012

1.- Descargar el formulario de la web.
El nuestro es el V.2011A, también tienen en el centro de Madrid decenas de impresos como este:

http://www.visaforchina.org/MAD_ES/upload/Attach/mrbj/262226.pdf

http://www.visaforchina.org/MAD_ES/visainstruction/252901.shtml
Aquí hay, además, un PDF donde dan unas instrucciones un poco por encima para rellenar el formulario, no creo que sirva de mucho pero lo pongo: http://www.visaforchina.org/MAD_ES/upload/Attach/mrbj/259852.pdf

2.- Imprimir el formulario y rellenar lo que veamos coherente con nuestro viaje.
Por ejemplo, donde pregunta nuestro «nombre chino» (1.3) lo dejamos en blanco. En los espacios donde pregunta por nuestras direcciones y números de teléfono durante nuestra estancia en China (sección 2.5) lo dejamos en blanco también excepto el aeropuerto de llegada, es decir que si aterrizamos en Shanghai o Pekin, etc. pondremos el nombre de esa ciudad en la primera casilla. 2.8 y 2.9 nos lo saltamos, etc. Verás que en general el formulario es muy sencillo y no hacen preguntas absurdas, como en los papelitos que te dan en el avión camino de EE.UU. del tipo «¿Lleva usted una bomba en la maleta?», «¿Planea un atentado terrorista?», «¿Ha dicho la verdad a todo lo anterior?».

Algo que se suele olvidar son los detalles de «nuestro empleador». Que por absurdo nunca lo rellenamos y a la embajada le parece de lo más importante. Piensa que en China es la empresa hasta la que hace las bodas entre civiles. Habrá que consignar el nombre de la empresa o de tu jefe, el teléfono y lo que pidan.

NÚMERO DE ENTRADAS: si vas a reunirte o a visitar Hong Kong, pero aterrizas en China, piensa que tendrás que volver a entrar en China para tomar el avión de vuelta, o sea que será un visado de DOS ENTRADAS. Si aterrizas en Hong Kong no te hará falta visado (mira la web porque hay condiciones), pero si quieres visitar Mainland China desde Hong Kong, cosa altamente recomendable porque estás a poco más de una hora en tren, tienes que pedir un visado de UNA ENTRADA.

3.- NO es necesario un seguro médico para obtener el visado de China.
Una de las casillas pregunta si tienes un seguro médico que te cubra durante tus días en China. Si lo tienes, perfecto, haces constar su número y lo que pregunten. Pero creo que es importante dejar dicho que NO es obligatorio, en contra de lo que dicen algunas webs. Yo he tenido malas experiencias con los seguros y procuro tenerlos lejos de mí. Las veces que he ido a China han sido siempre sin seguro, pero eso es decisión de cada un@.

4.- Pegar una foto reciente en el formulario.
Procura que no sea la misma que tienes en el pasaporte. Sucede que nos hacemos fotos de carnet para usarlas durante diez años, y al final usamos las mismas fotos para todo. Aunque sigamos siendo los mismos y no hayamos envejecido nada de nada (sí, claro), si ven que la foto que presentamos es igual que la del pasaporte de hace cinco años probablemente denieguen el visado y habrá que repetir el proceso (pagando de nuevo). Allí donde se solicita el visado tienen pegamento en barra para que pegues la foto en el último minuto, cosa que recomiendo por si alguna página la tienes que repetir. Allí tienen páginas impresas de sobra (con el PDF que enlazo más arriba), pero foto no hay más que una. Por cierto, el pegamento en barra es gratis, yo pensé que su uso estaba incluido en los 65 euros del visado pero te lo ceden amablemente, pura generosidad.

5.- Entregar el pasaporte y obtener un recibo.
Una vez que tienes preparado tu pasaporte, tu formulario relleno y la foto pegada, pides número para ser atendido. En unos minutos revisan el material que entregas, si está todo bien se quedan con tu pasaporte y te dan un recibo.

Se paga al recoger unos días después, entregando el recibo que te dan cuando entregas el formulario. Sin recibo no hay pasaporte. Aceptan efectivo o tarjeta de débito.

El recibo que te dan para recoger unos días después el visado chino es algo así:Recibo para recoger el visado de turista en China

6.- No es necesario pedir cita previa para entregar el formulario en temporada baja.
Yo no pedí cita previa y me personé una mañana en el nuevo centro de visados de Madrid y no tuve ningún problema. Cero esperas, dos o tres personas a las que atendieron relativamente rápido y en total unos veinte minutos de repasar lo escrito, pedir la vez y entregar. Sugieren que pidas cita previa en Internet. Supongo que llegando fechas vacacionales y de temporada alta puede ser conveniente pedir cita. Cuando hice el visado de 2011 (este artículo se escribe para el visado de marzo de 2012), que entonces se hacía en el consulado de China en Madrid, hice cola una mañana de marzo y me lo dieron sin problemas. La cola era básicamente para ciudadanos chinos que, una vez dentro, iban a otras ventanillas con lo que los turistas esperábamos diez minutos y listo el recibo.

Unos cuatro o cinco días después se recoge el pasaporte con el visado, que es una pegatina sobre una de las páginas de tu pasaporte, más o menos así:

Visado Chino de turista

No sabía si dejarte la sorpresa o no, pero, cuando entres en China, todo este tiempo y tus casi 70 euros servirán para que un funcionario de aduanas te haga un rayajo con un boli azul en la pegatina de tu pasaporte. Y ya puedes entrar al país. ¡A disfrutar!

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El marketing perfecto, el timo perfecto: McDonald’s y el truco del mago

En los sitios de comida rápida la mejor hamburguesa es la de la foto. Al llegar al mostrador de un McDonald’s, o de un Burguer King, haces el pedido señalando una fotografía donde se ve una hamburguesa excelsa, reventona, que va sobrada de todo: cuatro salsas, docenas de pepinillos, pan esponjoso, rebosante de queso y con la carne jugosa y al punto. Te dan tu bandeja, pagas, y buscas un sitio donde sentarte a comer mientras los carteles de autobombo del lugar te rodean, te avasallan; finalmente te sientas y entonces te enfrentas a la realidad de esa caja de material sintético que contiene tu «hamburguesa».

La idealización de todo aquello por lo que crees que estás pagando se viene abajo. Toda esa publicidad que te bombardea a domicilio, esa que se produce y se postproduce en estudios de medio mundo y que llega hasta el salón de tu casa por el cable de la TDT, toda esa publicidad que te meten por los ojos a base de decenas de impactos semanales se viene abajo. Abres la caja de lo que te tienes que comer y, claro, no tiene nada que ver con la foto. Era de esperar, sí, todos sabemos lo que es la publicidad, y tal, pero es que la diferencia es TAN grande que te dan ganas de estampar la hamburguesa contra la pared, y a ser posible que quede justo al lado de uno de esos carteles que te venden un way of life maravilloso y rodeado de hamburguesas jugosas y de coches de rockero (y payasos amarillos insoportables).

El famoso vídeo

El dieciséis de junio de 2012 la multinacional de «comida» rápida McDonald’s sube a YouTube un vídeo donde se muestra cómo se hace la fotografía de una hamburguesa. El vídeo comienza y acaba con Hope Bagozzi, la directora de marketing de McDonald’s en Canadá. El guión es sencillo, se coge una hamburguesa de un McDonald’s cualquiera, se lleva a un estudio de fotografía y allí mismo se inmortaliza el trozo de carne grisáceo con pan. En principio parece un alarde de transparencia, por fin, una compañía tan opaca y tan de cartón piedra como es McDonald’s se somete a la «dura prueba» de enseñar sus procesos internos, el truco del mago, y a la vez demostrar, de una vez por todas, que sus hamburguesas son buenísimas, naturales y que son un restaurante con todas las letras, algo en lo que gastan millonadas anuales y que nunca han sido capaces de demostrar.

El rostro más duro que lo que venden

Bueno, pues va a ser que lo de la transparencia y lo de las demostraciones de calidad se deja para otro año, porque el vídeo tiene truco, lo primero, y porque al final lo único que demuestran es que tienen más cara que espalda, y me explico:

1.- Lo de llevar una hamburguesa al estudio es puro paripé, porque hacen un par de fotos a esa cosa horrenda que sale de la caja y en seguida pasan a la segunda parte: una hamburguesa de foto de verdad. De la primera parte del vídeo me encanta el momento en que la protagonista (Hope Bagozzi) saca la hamburguesa de la caja en el mismo restaurante y la mira por unas décimas de segundo con la misma cara que ponemos todos, que es esa suma entre asco, vergüenza y humillación por dejarnos engañar y por pagar semejante birria. A la vez que pone esa cara dice con todo el morro algo así como «look at this beauty» que no necesita traducción, y que es hasta preocupante, porque la vista horrible de lo que tiene entre las manos y sus palabras de alabanza hacen una mezcla que roza la esquizofrenia. ¿Qué condiciones laborales tendrán en McDonald’s que a sus empleados les obligan a hablar bien de lo que venden? Eso se podría considerar tortura, y nos quejamos de algunos centros de producción de China (ironía).

2.- La segunda hamburguesa, la buena, la de la foto, es como esperábamos o mejor. En el estudio tienen una cocina que ya quisiera Paco Roncero, con unos cuantos asistentes cuidando en todo momento de esa pequeña creación de autor. La foto se realiza con varias horas de trabajo, teniendo en cuenta detalles como hasta dónde se inyecta más o menos ketchup o si se saca más o menos el pepino para que con la perspectiva de la foto no pierda un aspecto esférico y voluptuoso.

3.- Conclusión: el equipo de marketing de McDonald’s sabía que quería hacer algo que fuera muy social media, que transmitiera que McDonald’s es pura transparencia, verdad, calidad, y todos esos goles que intentan colarnos a base de millones de dólares con la publicidad tradicional, y que además se reenviara de forma viral por ser algo único: ¡McDonald’s contando un secreto! El guión del anuncio es totalmente fiel al lenguaje típico de anuncio-demostración, pero luego la realidad es que hacen lo que les da la gana: cambian la hamburguesa, la retocan en el Photoshop, etc. todo delante de nuestras narices y encima acaban el anuncio diciendo «¿lo ves?, es todo exactamente igual, sólo que hemos mandado a la porra la hamburguesa que compramos y con la del estudio todo esto que se hace es porque hay que mejorarlo un poquito para la foto, como es lógico» y se quedan tan anchos.

Es increíble. Cada uno que saque sus conclusiones pero esta gente es tan buena, tan increíblemente profesional, que están consiguiendo a base de mentiras que les demos el bolso sin darnos ni cuenta, como los timadores de Nueve Reinas en la escena del ascensor (mira el vídeo más abajo, pero sólo si ya has visto la película).

El marketing perfecto es el timo perfecto

El marketing perfecto es el timo perfecto, que incluso después de que te timen y de que te des cuenta de que es un timo, sigues sin reconocerlo. De eso viven los expertos de McDonald’s y de todas las empresas que venden humo, estilo de vida, lujo y felicidad; y lo que fabrican, a fin de cuentas, son cachos de carne enferma, zapatillas de goma y objetos de plástico para almacenar mensajes que al año dejan de funcionar. Por suerte que para ciertas cosas, como en el caso de McDonald’s, aún somos libres de decidir si queremos que nos timen o no, para otros casos ya no nos queda más remedio que tragar, quizá consista en eso el liberalismo que tanto defienden.

Y a continuación una escena magistral de timadores (hasta el minuto 3). Por favor, no lo veas si no has visto la película.

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Inventos para vender más

El «doodle» de Google, es decir, la animación que a veces sustituye a su logotipo original, hoy hace homenaje a Eadweard Muybridge que inventó el zoopraxiscopio en 1879. Con una fila de cámaras fotográficas y semanas de cálculos, pruebas y errores, este señor de larga barba impresionó a todos pues consiguió hacer, de la foto fija, una animación, y de paso consiguió demostrar que un caballo no tocaba el suelo con ninguna de sus cuatro patas en algún momento del galope.

Imagen del Doodle de Google, 9 de abril de 2012

Lo que vino después fue el cinematógrafo de los hermanos Lumière, el cine mudo, el sonoro, el 3D, el IMAX, y ese largo etcétera de inventos pensados para dejarnos boquiabiertos con sus efectos o fascinados con sus historias. En medio de todo esto siempre estuvo la publicidad, por supuesto. La publicidad en el cine no es el tema que quiero tocar en este post pero, ya que lo he dicho, aprovecho para mentar al ejército de EE.UU., que llenaban (y llenan) los centros de reclutamiento gracias a sus películas de marines aguerridos, que resuelven con aplomo cualquier amenaza contra las familias americanas; por no hablar también de los agentes del FBI, siempre tan eficaces, o los famosos product placement que a lo largo de la historia del cine nos metieron por los ojos lo que ya son viejos amigos del espectador como Coca-Cola, FedEx, Shell, y todas esas marcas con posibles como para sufragar los gastos de tan potente recurso publicitario.

Hace unos días volví a China y, en un viaje relámpago a Pekín, vi con mis propios ojos cómo en algunos túneles de metro se ha instalado publicidad con carteles luminosos. El metro pasa por un tramo donde hay instalados unos paneles que los pasajeros pueden ver como en una animación. Cientos de metros de un túnel donde se instalan cientos de paneles, que consumen vatios de luz, personal de mantenimiento y limpieza, y todo eso para anunciar algo en un soporte que, a día de hoy, es poco más que ingenioso, y que casi nadie verá porque los pasajeros estarán pendientes de su iPad mientras llega su estación.

Une los puntos: hace 133 años el zoopraxiscopio, más tarde el cinematógrafo, hoy en día los anuncios animados del metro. ¿Te sale una línea recta? ¿Hemos avanzado en algo? Mientras, seguimos esperando a que la tecnología esté al servicio de las personas y no al revés. No sabemos hasta cuándo, pero yo pensaba que eso pasaría en el siglo XXI. Tic tac tic tac, still waiting.

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Los Idus de Marzo (The Ides of March)

Cartel de Los Idus de Marzo (2011)Los Idus de Marzo es la última película que dirige y coescribe George Clooney. Se estrenó en EE.UU. en octubre de 2011 y a España llega mañana, 9 de marzo de 2012. Como ya he tenido oportunidad de verla, os haré una pequeña reseña sin contar absolutamente nada de la historia, o sea que este artículo es spoiler-free. Sólo hay un punto donde sí podría dar una pequeña pista y lo indico con tags de principio y cierre del spoiler : )

Ficción política en plena campaña a las primarias del Partido Demócrata de EE.UU. y los enredos de sus dircoms, con sus entresijos y sus trapos sucios, como era de esperar. En general casi todo es de esperar. Con una trama un tanto escasa, que roza el melodrama, y un montaje algo fofo, muy de George Clooney si tenemos en cuenta sus películas anteriores como director, lo que le honra pues se le ve buscando un estilo. Debe de ser que pone tanto dinero en la mesa que aún puede decidir ciertas cosas, si es que es él quien decide esos detalles. Cortes de ritmo lento y descuidos intencionados en algunas escenas cuyo corte deja «colas» de casi un segundo antes de la acción, como que a veces quiere ser cine europeo. Parece que las musas del viejo continente vinieron a ver a George Clooney durante sus estancias en la villa del lago Como... Claro que, tratándose de George Clooney, las musas que se acerquen a la villa deben de ser de menor profundidad literaria que las que frecuentaron a Boecio, pero eso es un prejuicio personal.

El guión me deja poco margen para la crítica, pues se trata de la adaptación de la obra teatral de Beau Willimon, Farragut North, autor y obra que desconozco totalmente, pero que viendo esta película y sin conocerlo ya podríamos decir que no es John le Carré. Aparte de la consabida retahíla de que los políticos son malos y que no es lo mismo lo que vemos, lo que nos cuentan y lo que en realidad son, <spoiler> el guión tiene como punto de partida el clásico patrón de actor principal «bueno», ingenuo y con ideas, con el añadido posmoderno de preparado y «superPro», que con el tiempo y los palos se endurece, abandona sus ideas en un cajón y se va volviendo «malo».</spoiler> Uno de los actores secundarios es Philip Seymour Hoffman, maestro indiscutible de la interpretación y siempre garantía de darle tirón a cualquier película, que si en algo se salva es gracias al reparto. Lástima que los personajes, en general, sean tan escasitos y cortos de miras. En definitiva, lo que tenemos delante es de esas películas de se dejan ver y entretienen. Yo me lo pasé bien, y creo que es ideal para ver un día de esos que tienes sueño, cuando esté disponible en alquiler.

Fotograma de la película Los Idus de Marzo

Es curioso que una de las ideas secundarias que se repiten varias veces durante la película es que los que están en la élite de la comunicación política lo hacen porque es lo que les apasiona, evidentemente, pero que podrían ganar diez veces más si estuvieran en la empresa privada. O sea que, en general, nos pagan por sufrir: si te diviertes no deberías cobrar por tu trabajo. La película no opina sobre el asunto, sólo expone la realidad. Hablar del hipotético salario de los personajes en la empresa privada es también una forma de valorarlos. El sueldo anual que se adapta a sus skills se deja bien claro en esta película durante la fase de presentación de los personajes y en más de una ocasión, no vaya a ser que nos confundamos y pensemos que este chico, por ser un idealista, es un «muerto de hambre».

Los Idus de Marzo

Título original: The Ides of March
Año: 2011
Director: George Clooney y Grant Heslov (obra de Beau Willimon)
Reparto: Ryan Gosling, George Clooney, Paul Giamatti, Marisa Tomei, Philip Seymour Hoffman, Evan Rachel Wood, Jeffrey Wright, Max Minghella, Jennifer Ehle

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